¿CUÁNDO IR A TERAPIA SEXUAL?

Ir a consulta psicológica ha estado considerado socialmente como algo negativo durante muchos años. Se solía pensar que solo la gente con “graves problemas mentales” debía hacerlo, y muchos pacientes sentían tanta vergüenza que lo mantenían en secreto hasta en sus círculos más cercanos. Sin embargo, afortunadamente en los últimos años esta vergüenza y connotación negativa se han ido perdiendo, a medida que se ha ido comprendiendo que, en primer lugar, no es necesario tener “graves problemas mentales” para recurrir al psicólogo y que, en segundo lugar, incluso estos “problemas mentales” no son algo malo per se.
Con la terapia sexológica está pasando algo parecido en la actualidad, aunque se va despatologizando y desmitificando a un ritmo mucho más lento, dada la enorme cantidad de tabúes que todavía existen en torno a nuestra vida sexual. Así, poco a poco la gente se está dando cuenta de que ir a terapia sexual puede ser para todos, y que no hay nada de malo en hacerlo (al contrario, de hecho, como veremos a continuación). Ahora bien, ¿hay un momento concreto en el que tomar la decisión de consultar a un terapeuta sexual?
La respuesta a esta pregunta es algo amplia, ya que hay muchos motivos que podrían empujar a una persona a comenzar un proceso de terapia en el ámbito sexológico. Antes de explicarlos, conviene aclarar que no es necesario acudir en pareja, aunque es aconsejable. Muchas personas siguen creyendo que solo se debe consultar a un profesional de la sexología cuando tienen pareja y “algo falla”, pero esto no es cierto pues la terapia sexual es para todo el mundo, y no tiene por qué estar fallando algo.
Así, los motivos para comenzar terapia sexual son varios:
En primer lugar, por supuesto, si hay algún tipo de preocupación o “problema” presentes que impidan el pleno desarrollo sexual de la persona, habría que consultar a un terapeuta lo más rápido posible, antes de que ese problema se enquiste o empeore. Por ejemplo, mencionando problemas clásicos, si a un hombre le preocupa la duración de sus relaciones sexuales con penetración, o a una persona le preocupa su deseo sexual (demasiado alto o bajo), sería conveniente que recurriera a terapia. El profesional en estos casos trataría de solucionar ese problema, al mismo tiempo que haría reflexionar al paciente sobre por qué realmente lo considera un problema. Así, la terapia sexual contribuye a que comprendamos que muchas de las cosas que consideramos negativas sobre nuestra sexualidad no lo son realmente.
En segundo lugar, se puede recurrir a terapia sexual simplemente para obtener información verídica sobre nuestra sexualidad. Por ejemplo, hay personas que quieren realizar una práctica sexual concreta pero no saben cómo hacerlo de forma segura. Consultar a un profesional en estos casos resulta extremadamente útil, ya que hay una gran cantidad de información falsa en redes sociales, lo que significa que informarnos por nuestra cuenta y no saber identificar esta falsa información puede resultar contraproducente o incluso peligroso.
En tercer lugar, la terapia puede contribuir a mejorar nuestro autoconocimiento y nuestra erótica, así como a que seamos conscientes de todos los prejuicios y mitos existentes en torno a la sexualidad humana. Todo ello hará que vivamos una sexualidad más libre y sana. Por dar un ejemplo que encajaría aquí, hay muchas personas que tienen algún tipo de gusto sexual o fetiche que consideran extraño y les hace vivir incómodos. Muchas de estas personas comprenden que no es algo malo, y aprenden a aceptar y explotar ese gusto a raíz de trabajar con un terapeuta.
Finalmente habría que aclarar que hay una diferencia entre la terapia sexológica (que se aborda más desde una perspectiva social) y la psicológica. Hay profesionales capacitados para hacer ambos tipos, pero hay otros que están especializados solo en una de las dos. En este último caso, si el profesional considera que se requiere del otro tipo de terapia, debería derivar para que otro profesional continúe con la misma.
Xavi Ponseti
Col. Nº B-03138
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